miércoles, 9 de junio de 2010

Una TV Posible

En la Argentina actual, la televisión se ha convertido en uno de los principales medios de transmisión de cultura y valores. Desafortunadamente, prevalecen los programas que se enfocan en cuestiones triviales y efímeras, tales como la apariencia física y el exitismo, o aquellos que propician las conductas agresivas, egocéntricas y competitivas.

Si bien los televidentes realizan frecuentes críticas y reclamos al CONFER en relación con la vulgaridad del lenguaje y la abundancia de desnudos en los programas televisivos, también es cierto que muchos programas con estas características tienen audiencias record. Esto significa que parecería que hay una validación social de los contenidos y del lenguaje que exhiben estos programas.

Ante estas circunstancias, podríamos adoptar una postura “democrática” y reconocer como válida la “elección” de la mayoría de los televidentes. Sin embargo, es posible conjeturar que el gusto de la audiencia televisiva fue inducido, a lo largo de los años, por la repetición sistemática de contenidos vulgares y decadentes, que explotan ciertas debilidades humanas. Por esta razón, podríamos suponer que la audiencia fue “educada” en estos gustos y que su libertad de elección se ha visto limitada.

En esta relación, tenemos por un lado a la TV como un referente cultural de la sociedad y que, como señalan las autoras Villanueva y Vitale, debe considerarse un bien público. Y por el otro, al televidente, un sujeto que, como sostiene Bourdieu, trata de adquirir las competencias para comunicarse en forma efectiva en la sociedad. Es evidente que la relación de poderes está desbalanceada, ya que la industria televisiva se construye a partir de una estructura económicamente poderosa y con un gran poder de persuasión pública, mientras que los televidentes son un grupo disperso y anónimo.

Por lo tanto, el Estado es quien debe proveer mecanismos para regular los programas televisivos, bajo el principio del “deber ser”, que permitan al espectador disfrutar de un entretenimiento de calidad, con un lenguaje y contenidos apropiados a la formación cultural ciudadana. Sabemos que tal programación es posible y constituye un desafío para los empresarios televisivos ya que requiere de talento, inventiva, coraje y una inversión apropiada.

Bibliografía
· Bourdieu, Pierre, ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, Madrid, ACAL, 1999.
· Graciana Vázquez Villanueva, Alejandra Vitale, El discurso de los usuarios: El Lenguaje de la TV, Publicaciones Digitales COMFER

Sergio Otaño

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