jueves, 1 de julio de 2010

El Juego Apasionante

Fútbol es el juego de caballeros que juegan los villanos
Saber popular

No es sencillo definir al fútbol, éste se inscribe en una constelación de relaciones complejas: símbolos míticos de acciones heroicas, emociones intensas, perfecciones técnicas, capacidades deportivas, grandes negocios internacionales, deporte, profesión, prestigio, fama y poder.

Una cualidad curiosa de este deporte (que a la vez es espectáculo) es su universalidad, se juega fútbol en los más diversos países del mundo, desde los más ricos hasta los más pobres. Esta universalidad obedece en parte a la facilidad para improvisar un juego en cualquier sitio, sin importar el número de jugadores, el terreno o las condiciones atmosféricas. Efectivamente, un individuo sólo puede practicar frontón con la pared, realizar habilidades; de a dos, “cabeza a cabeza”; de a tres, el clásico “mete gol, entra”; etcétera. La única condición es que se disponga de una pelota, y aún ésta puede ser improvisada.

Durante el verano pasé mis vacaciones en Ghana, al éste de África. Allí visité un pequeño pueblo llamado Larabanga perdido en el norte de ese país, en medio de la sabana. Un lugar absolutamente irreal que parecía extraído de algún relato de Sherezade. Los habitantes en su totalidad musulmanes tradicionales que hablaban un precario inglés, apenas suficiente para poder comunicarme con ellos. Gente sumamente amable que vive en extrema pobreza y cuyo pasatiempo principal consiste reunirse a la sombra de un gran árbol en las tardes de sol abrasador. Cuándo se enteraron que yo venía de Argentina (para ellos un país europeo), inmediatamente y a coro dijeron “Messi” y luego “Tevez”, tal parece que nuestros compatriotas eran una especie de héroes locales. Con emoción descubrí que una jugada mágica del fútbol había achicado las distancias, había derribado todas las barreras: me había traído a casa en el medio de África.

La alegría y el juego son absolutamente humanos. El hombre busca la realización de estas cualidades por medio un objeto del mundo externo al que Sartre denomina “objeto emocionante”. Una vez que el sujeto experimenta la alegría con este objeto, trata de revivir la experiencia con la repetición del encuentro. Los encuentros sucesivos producen ciclos de alegría y nostalgia, alegría con el encuentro y nostalgia con la pérdida. Este acontecer cíclico construye una pasión que se revive intensamente.

El objeto es la pelota y la pasión es el fútbol.

Sergio Otaño

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